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Ciencia de a pie

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Disculpen vuesas mercedes el atrevimiento y la ignorancia, siendo alentado mi descaro, posiblemente, por desconocimiento. Haciendo ejercicio de la susodicha y con el cetro en manos de un becario predoctoral de ciencias, me dispongo a dar mi parecer sobre la realidad científica a que me enfrento, con la épica y cruda perspectiva que tengo al hallarme en la primera línea del batallón, al modo de aquellos tercios españoles que se batían en Flandes, ya no por unos míseros maravedíes, sino por honor. La corta experiencia, unida a las limitaciones educativas de que goza mi generación, no me permite reflexiones de enjundia, ni tener la clarividencia y el bagaje que da toda una vida de vicisitudes, mas creo que la visión desde el légamo de la nada y la absurdidad puede ser, sino útil, al menos de entretenimiento para la hueste científica y su arrabal, sin que sean estos términos interpretados belicosos, y militar sea entendido, en las fronteras de la celulosa, verbo, y referido a esta nuestra ciencia.
Cualquiera que eche un vistazo al panorama nacional, sin necesidad de ser ducho en la materia, puede apreciar la máxima que rige nuestro país, sino siempre, en la gran mayoría de los casos. La formación es inversamente proporcional al salario, verbigracia los licenciados españoles son de los peor pagados de Europa (1), un profesor de universidad gana la mitad en nuestros lares que en los Países Bajos (2) y los jóvenes licenciados tan sólo aspiran a tener un mísero trabajo aunque sea en unas condiciones precarias (3), es decir, se premia la mediocridad.
Poderoso caballero es don dinero, rezaba algún rapsoda tiempo atrás, por ello me refiero en términos económicos, contantes y sonantes, a la situación actual. Ahora bien, la virtud está en el término medio, como decían los griegos. Al evocar tan sublimes figuras, y a colación del dinero y el saber, me resulta muy difícil obviar a Platón pues frecuento, en la medida de mis posibilidades, su República. En tan honroso y excelso lugar, paradigma de la justicia que Platón pone en boca de Sócrates, se distinguen «grosso modo» tres clases de hombres: el filósofo, el ambicioso y el avaro, según predomine en ellos el amor al saber, al poder y a las riquezas. Y ese amor por el saber y el conocimiento es el que, a mi modo de ver, debe predominar en los científicos, siendo necesarios salarios dignos, mas distantes de la opulencia, para que aquellos que se acerquen a la ciencia movidos por la ambición o el poder hagan mejor dedicándose a otros menesteres.
Los sinuosos derroteros por los que avanza el ensayo me obligan a recordar mi primer año de doctorado que, por diversas circunstancias, disfruté como becario honorífico hasta que una de las becas que solicité me fue concedida y es que, las cosas de palacio van despacio, y las del Ministerio más. Las becas predoctorales son el punto de partida de toda carrera científica, son ofertadas, entre otros, por el Ministerio de Educación y Ciencia, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, las comunidades autónomas y universidades. Comúnmente son de 4 años de duración, «mileuristas» y en los mejores casos contemplan estancias predoctorales en otros centros de investigación, tanto nacionales como extranjeros. Sorprendentemente son anheladas cuando no se tienen (no hay nada más bello que lo que nunca he tenido), y denostadas al cabo de un tiempo de su disfrute por su baja dotación económica, lo cual resulta entristecedor, pues pone de manifiesto la endeble argamasa sobre la que descansará la ciencia española.
Difícilmente conseguiremos salir de esta caverna lóbrega e inmortalizar un pedacito de saber, cuando lo vemos dibujado en la luz de la inteligencia tras una fructífera investigación, si nos vamos a jugar los cuartos con una hez de becarios que han transfigurado el proceso formativo que les erigirá como investigadores, como regidores del conocimiento y la verdad, en un pingüe contrato de trabajo de ocho a tres. Quizás en esta sociedad carente de valores, aunque es harina de otro costal, la única forma de honrar algo tan nobilísimo como la formación investigadora sea cebando al cerdo, «ad libitum».
Un ejemplo claro del grado de degradación que sufren los estudios de posgrado es que la ilustre figura del investigador dispuesto a dirigir una tesis, ejerciendo de maestro, de guía, gurú, tutor o supervisor, haya quedado reducida lingüísticamente a la de jefe, con la connotación peyorativa que emana dicha palabra. Aunque quizá los directores de tesis también tengan algo que ver en este asunto. Es cierto que el trabajo del director de tesis fundamentalmente es de despacho, es la cabeza pensante, la voz de la experiencia, conocimiento en estado puro y garantiza con su firma el buen hacer de sus becarios. Precisamente por esto último deben dejarse ver con asiduidad a pie de cañón, dejando espacio a los becarios mas corrigiendo y enseñando cuando sea oportuno, cerciorándose de que la experimentación está siendo rigurosa, controlando y validando cada una de las etapas por las que transcurre la investigación, fortaleciendo la imagen del maestro y no la del jefe, evitando el distanciamiento con la praxis y el manejo de los equipos, mostrando autoridad e imprimiendo un grado sano de tensión e intensidad en el becario que favorezca el buen desarrollo del proyecto. Bien sabida es la importancia de éstos últimos en una tesis. Por lo general, salvo estudiantes brillantes que, todo sea dicho, también los hay, los becarios son elegidos y no al contrario y ¡ay de aquellos que caigan en manos de funcionarios! (el mirlo blanco , sueño de todo español) y no de científicos; que caigan en manos de investigadores decadentes gobernados por la desidia, la frustración, la desilusión… o a cargo de advenedizos que desataron su ego y viven con ínfulas de más. Así pues, benditos aquéllos que ejercen como tal.
Los primeros pasos del becario, una vez encontrado el director de tesis y con la ayuda de una beca predoctoral, son la realización de los cursos de doctorado y la obtención del prácticamente extinto Diploma de Estudios Avanzados (sustituido por el Máster) que acredita la suficiencia investigadora para desarrollar una tesis. Cuando para la mayoría estos cursos son acelerados, inespecíficos, infructuosos, protocolo, ornamento y ralentización de la parte experimental, señores, permítanme que les diga que algo falla, otra cosa es que interese o no resolverlo. Quizá con la instauración del Máster esto cambie aunque las primeras impresiones que circulan al respecto no auguran grandes mejoras, así que, ilusiones perdidas, verdades halladas.
Inquieto, curioso y ávido de conocer debe mostrarse el germen de científico que está en formación y a ello pueden contribuir sobremanera las anteriormente mencionadas estancias predoctorales. Constituyen un verdadero reto tanto a nivel formativo como personal donde la capacidad de adaptación se eleva a la máxima potencia. Al fin y al cabo, lo más constante de la vida es la inconstancia y por tanto, la vida es un proceso de cambio y adaptación continua. Además, vivir la ciencia desde otro laboratorio da una perspectiva distinta, mejor o peor, pero diferente, que permite comparar y, en definitiva, si la predisposición es buena, ganar experiencia, mejorar. Recientemente tuve la oportunidad de realizar una estancia en Norteamérica, subvencionada, a título póstumo, por el Ministerio de Educación y Ciencia (4), y aunque sea poco relevante una sola opinión, quiero hacerla constar: envidia sana o quizá no tan sana, fue lo que me reportaron seis meses de estancia. No ya por infraestructuras, que en resumidas cuentas son guita, sino por su concepción de la investigación, y eso no se arregla con monedas. Lidié a mi paso con maestros y estudiantes que vivían por y para la investigación, tuve la ocasión de trabajar en laboratorios dónde reinaba el silencio y rezumaba el conocimiento de cada rincón, en fin, idealmente el parnaso de la ciencia.
A mitad de tesis, y con ésta entre ceja y ceja, me encuentro. La entiendo como un laberinto por el cual no quiero pasar sin más hasta que encuentre la salida, sino entenderlo, prendarme de él y disfrutar del camino hasta llegar a su fin. Muchas son las opiniones y auspicios que me llegan cuando sale a colación esa salida, predominando las negativas: futuro gris e incierto, paro, inestabilidad, bajo salario, competitividad… que vienen a ser la traducción de contrato o beca postdoctoral, contrato asociado a proyecto y oposición a científico titular o técnico superior.
Ciertamente, de todas ellas, me llama la atención la inestabilidad, pero cuando uno se embarca en la ciencia debe asumir que la investigación es la élite del conocimiento, que el becario en formación debe ganarse el respeto con su trabajo, haciéndolo valer con publicaciones, y que sus capacidades deben estar expuestas a revisión constante, teniendo margen para el error y no para la negligencia, sin posibilidad de aburguesamiento y con el cilicio del tiempo, y es que, es bien sabido que la necesidad aguza el ingenio. Aparte inestabilidad, llega este ensayo a su estertor reseñando el arbitrio de los méritos científicos, irrefutable su importancia en el devenir de todo investigador, prevaleciendo, por desgracia, la cantidad, el dos por uno, el todo a cien, el empacho, la gula y la producción industrial en detrimento de la calidad, la artesanía, el detalle y la creación de obras de arte (5).



Bibliografía y fuentes de información
(1) Unidad de Estudios de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA). Informe Ejecutivo: el personal flexible de la Sociedad del Conocimiento. En: www.aneca.es. 2007
(2) Rojas, A. y Díaz, A. Un profesor universitario cobra la mitad en España que en Holanda. En: www.elmundo.es. 2008.
(3) Mars, A. Matriculado en la euforia y licenciado en el desastre. En: www.elpaís.com. 2009.
(4) Federación de Jóvenes Investigadores (FJI). Nota de Prensa de la FJI: El Ministerio de Educación se burla de los jóvenes investigadores. En: www.precarios.org. 2009.
(5) Ségalat, L. System Crash. EMBO reports, 2010 11:86-89

mensajes: 6
Este ensayo fue escrito a lo largo del año 2010 aunque, desafortunadamente, parece seguir teniendo validez en estas fechas.
mensajes: 60
Maravilla de ensayo. Leído con entusiasmo desde el "atrio acristalado" sabiamente aconsejado por nuestro maestro sommelier.
mensajes: 6

Gracias por tu entusiasmo y grata opinión. Mirad fuera de la pecera, donde el agua no esté viciada, donde aún queden arrecifes de ciencia por explorar.
Que jamás nos roben la ilusión que ellos un día perdieron...

anamjg wrote:
Maravilla de ensayo. Leído con entusiasmo desde el "atrio acristalado" sabiamente aconsejado por nuestro maestro sommelier.

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