ABC: Mileuristas en I+D+i
Mileuristas en I+D+i
M. J. PÉREZ - BARCO | MADRID Publicado Sábado , 06-03-10 a las 08 : 04
Sienten que nadie les presta la atención que merecen. Por eso, hoy salen a la calle en Madrid, para hacerse visibles. Y cómo no, para alzar la voz: «Investigar es invertir en futuro», defienden. Los jóvenes investigadores se buscan la vida durante años con becas que conceden diferentes instituciones (desde la Unión Europea hasta fundaciones privadas). Todo por llevar adelante su vocación. Pero a veces son mileuristas hasta los cuarenta años.
Demasiados obstáculos para un sueño. Ni el borrador de la Ley de Ciencia les convence —«es un simple parche», argumentan— y menos el recorte presupuestario que ha sufrido la investigación. Ante este panorama, existe el riesgo de perder una generación de científicos por falta de motivación. Algunos de ellos cuentan a ABC su realidad.
Alfredo Caro: «No hay garantía de seguir un proyecto»
A sus 30 años, Alfredo (licenciado en Biología) escribirá durante este verano su tesis doctoral sobre la muerte celular en tumores. Es muy consciente de que a partir de entonces, su carrera nadará en el mar de la incertidumbre. Pero algunas cosas ya las tiene claras. Ha sufrido la rígida burocracia que rigen el sistema de becas; se queja de que éstas no otorgan ningún tipo de derecho laboral...
Y es que sus dos primeros años de la etapa predoctoral cayeron en barbecho en un centro de investigación de Granada dependiente del CSIC, con becas de este organismo que no llegaron a buen puerto. «Cada año pides una beca pero no tienes la certeza de que te la vayan a conceder. No hay ninguna garantía de continuar con el proyecto».
Hace cuatro años, un salto a Barcelona le llevó al Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge. Es mileurista, pero no le importa, porque «me compensa a nivel profesional», afirma.
Tras el doctorado, seguirá pidiendo ayudas pero con la mirada dirigida a otras fronteras. «Aquí hay muy poca oferta para recientes postdoctorados». Ha encontrado un grupo de científicos en Dublín que también trabaja en su misma línea de investigación. «Busco ayudas de la UE para marcharme con ellos».
«Cambiar de aires es necesario», dice. «Si quiero estabilizarme algún día en Granada, tendré que recurrir a las contratos de retorno y resulta imprescindible las estancias en el extranjero y las publicaciones en revistas científicas». Alberto además apela a su sentido de la responsabilidad: «Me gustaría que todo el esfuerzo que hace el Estado para mi formación tuviera una repercusión en mi país».
Emilio Castro: «En esta carrera hay muchos obstáculos»
Él mismo sonríe con resignación ante su situación y futuro. «Soy mileurista con 31 años. No veo fondo a esta carrera, pero sí muchos obstáculos». Emilio Castro es doctor en Física, nada más y nada menos. No sin esfuerzo, como muchos otros. «Cuando empecé a preparar mi tesis —recuerda—, mi primera beca de la Universidad de Santiago de Compostela era de 200 euros. Además trabajé como voluntario en Protección Civil y me sacaba otro sueldo. Luego estuve cuatro años con becas del Ministerio, sin Seguridad Social, ni derecho a paro. Cobraba entre 700 y 800 euros al mes».
Viajó a Francia, también con beca, como agregado polimérico para aplicaciones terapéuticas en la Universidad de Burdeos durante año y medio. «Cobraba 1.200 euros». Un lujo. Y regresó a España. Ahora ha logrado una beca Ángeles Alvariño de la Xunta de Galicia. «Son contratos de tres años para doctores nóbeles. Ahora estoy en un grupo de materiales avanzados y nanotecnología de la Universidad de Valladolid».
Pero el próximo diciembre la estabilidad termina. «Me planteo abandonar la investigación pública e irme a la empresa. Pero es una opción que me cabrea y valoro en último lugar. No quiero ir a producir ciencia a una empresa cuando he logrado mi formación gracias a fondos públicos».
Marisa Alonso: «Tengo más posibilidades fuera»
Se siente privilegiada y habla maravillas del Instituto Paterson de Investigación del Cáncer de Manchester para el que trabaja desde hace dos años. «Es una institución con financiación propia. Por tanto, tiene más libertad a la hora de gastar el dinero y contratar personal». A sus 30 años Marisa gana dos mil euros y podría ser considerada un ejemplo de la fuga de cerebros que sufre nuestro país. «Si quieres dedicarte a la carrera investigadora, hay que trabajar mucho y disponer de recursos. Una forma de sufrir menos precariedad y tener más publicaciones científicas es irse al extranjero, donde hay mayor flexibilidad y muchos proyectos son financiados por la empresa. Me gustaría volver a España pero creo que tengo más posibilidades fuera».
Su investigación sobre un tipo de levadura podría dar claves a otros científicos para desarrollar nuevos medicamentos contra el cáncer. «Cada día es un desafío. Me encanta el trabajo en laboratorio. Mis días son de 12 y 13 horas. Sin duda, hay que estar muy comprometido».
Pilar Santisteban: «Ahora la gente se frustra y desanima»
Pocas personas tienen el privilegio de «emocionarse» con su carrera profesional a los 57 años. Pero casos haylos, como el de Pilar Santisteban. A esta profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) aún le fascinan los retos en laboratorio. Su último desafío: encontrar una fórmula para atacar un tumor de tiroides intratable.
Ha logrado alcanzar el grado más elevado en la escala funcionarial del CSIC. Dirige su propio proyecto científico y un equipo de diez personas. Un sueño apreciado por muchos. «Sacrificio, paciencia e insistencia sin perder la capacidad de ver otras alternativas». Esas son las máximas de su dilatada trayectoria científica que comenzó en un momento en que la ciencia española se encontraba en sus albores. Aún recuerda su primera beca —«de 15.000 pesetas al mes»— de aquel 1976. Pero reconoce que ahora las cosas resultan muy diferentes. «Le gente se desanima y se frustra, está más desmotivada que hace unos años».
Con marido y dos hijos marchó a Estados Unidos durante cuatro años, también con becas, y se metió en áreas punteras de la Ciencia. «Interesa conocer razonamientos diferentes, otra forma de pensar distinta a la de tu laboratorio». Entre otros, ha trabajado en el Instituto Nacional de la Salud en Maryland y en el Laboratorio Europeo de Biología Molecular en Alemania. Aprender en el extranjero aún le fascina. «Siempre hay que actualizarse», dice.
Aprobó las oposiciones como científico titular del CSIC. Desde 1987 trabaja en el Instituto de Investigaciones Biomédicas Alberto Sols.
http://www.abc.es/20100306/sociedad-/mileuristas-201003060804.html