Trabajando (en el paro)
JÓVENES PRECARIOS | ESPAÑA SE CONVIERTE EN EL VIVERO EUROPEO DE BECARIOS
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Jóvenes -y no tan jóvenes- precarios que trabajan en la hostelería, en la construcción, sirven de becarios o de falsos autónomos... La vida en negro aleja de este sector de la población numerosos derechos.
F. Javier Aguayo / Redacción
Jueves 11 de junio de 2009. Número 104
La comparación entre los más de 20 millones de personas que, según la Encuesta de Población Activa (EPA), estaban ocupados a finales de 2008, y los 19,11 millones que cotizaban a tiempo completo a la Tesorería Pública en diciembre de ese mismo año, supone que casi un millón de personas están empleadas en la economía sumergida. Más de cuatro millones de parados, 500.000 familias con todos sus miembros en paro y sin recibir subsidio alguno, y un 30% de contratos temporales, el doble que en la zona euro, son el caldo de cultivo ideal para que los sótanos de la economía española no paren de crecer. “A mucha gente que tenía un sueldo aceptable, al caer en el paro, en una situación que cada vez se asemeja más a la exclusión social, no les ha quedado más remedio que recurrir al mercado negro del trabajo”, afirma José Luis Carretero, profesor de Formación y Orientación Laboral.
No obstante, la crisis también ha servido para reforzar viejas relaciones laborales que, en la frontera de lo legal, precarizan hasta el extremo la situación de muchos trabajadores que sólo así han podido evitar pasarse al lado informal de la economía. En esa línea, el Estado español se ha convertido en el gran mercado de becarios europeo, en un contexto en el que se ha alcanzado un 34% de paro juvenil. Con jornadas similares a las de sus compañeros contratados, el becario no cotiza a la Seguridad Social, no tiene derecho a paro ni, en muchas ocasiones, puede estar trabajando en otro lugar, pues se le exige exclusividad con salarios que oscilan entre los 300 y 600 euros. Además, aunque una vez finalizados los estudios universitarios la ley contempla este tipo de contratación por un máximo de cuatro años, es habitual dejar asignaturas para alargar la vida de becario por períodos aún mayores.
En sectores como la prensa, algunas empresas cuentan con plantillas con un 70% de becarios. “Si comparamos esta situación con la de otros países de la UE, donde todos los representantes del colectivo de becarios están incluidos en los regímenes laborales, se hace patente que en España la figura del becario está sujeta a la precariedad e inestabilidad laboral”, afirman desde la asociación de becarios investigadores, D-Recerca, un sector en el que varias asociaciones llevan más de cinco años exigiendo que aunque se encuentren en período de formación han de ser considerados como trabajadores.
Según la Asociación de Trabajadores Autónomos, como consecuencia de la crisis económica un 8% de cotizantes en régimen de autónomos se han pasado a la economía informal al ser incapaces de hacer frente a sus obligaciones con la Tesorería Pública. No obstante, dicho fenómeno no ha impedido que sean muchos los trabajadores por cuenta ajena que, aun trabajando para un único empleador, se han visto obligados a cotizar en régimen de autónomos. “La última reforma del Estatuto del Trabajador Autónomo hace una diferenciación entre el trabajador autónomo y el trabajador autónomo dependiente, definiendo a éste último como aquel que realiza más de un 75% de su trabajo con la misma empresa”, confirma Carretero. Dicho método supone que ese trabajador, que en realidad trabaja para un único empleador, se vea privado de una serie de derechos propios del empleado por cuenta ajena, a pesar de estar realizando la misma labor que éste. “Lo que pasa es que estamos moviéndonos en lo que se llama las zonas grises del derecho del trabajo.
Está claro que esa persona tiene una clarísima dependencia de esa empresa, pero carece de vacaciones pagadas y, al ser autónomo, se le contrata para un servicio concreto, y cuando se acaba ese trabajo, pues se va y no le indemnizan. La pérdida de derechos y el beneficio para la empresa es evidente”, continúa el profesor Carretero.
Estas formas de contratación en el límite de lo legal ponen en duda qué es aquello que realmente puede ser considerado economía sumergida. “Hay determinados sectores de la economía, como la construcción o la limpieza, donde los procesos de descentralización productiva, con privatización y subcontratación, impiden conocer quién es tu empresario y, en consecuencia, aboca a una pérdida de derechos laborales”, concluye José Luis Carretero.