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Apuntes AACTE-Respuesta a JF Gallardo

Nota: este es un artículo de respuesta a otro escrito por J. F. Gallardo, investigador del CSIC que escribió un artículo bastante ofensivo en la revista "Apuntes de C. y T. de la AACTE". La revista nos ofrece la oportunidad de responderle. El artículo original está en http://delors.homeunix.com/aacte/Apuntes, número 29, pág. 10.
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artículos de opinión que publica, que expresan la posición personal de sus autores.

En "Epílogo sobre el CSIC" (Apuntes vol. 29) Juan F. Gallardo expone una serie de observaciones sobre los investigadores predoctorales y postdoctorales que, como poco, no debería dejar indiferente a nadie que se dedique a la investigación. De hecho, comentaba una compañera que, a primera vista, le pareció una broma de mal gusto. Desafortunadamente no es así.

Brevemente, Juan F. Gallardo generaliza sobre los investigadores pre y postdoctorales, llamándolos "miopes sociales" (sic). En la base de la argumentación está la ya vieja (y pensábamos que superada) discusión sobre la laboralidad de la tarea de estos investigadores y el coste que supone pagarles con contratos en vez de becas.

Parte el autor del desconocimiento del coste total de becas y contratos. Afortunadamente, quedan atrás (aunque no suficientemente, podemos remontarnos a 2001 y, en algunos casos, a menos de 5 años) los tiempos en que muchas becas predoctorales apenas llegaban a 600 €, y ni las del MCyT alcanzaban los 900 € mensuales. Al contrario de lo que se dice en el artículo, el coste de un contrato no cubre tres becas, sino apenas dos. Contando el coste del IRPF de las becas, encontramos que, en la mayoría de los casos, la relación beca/contrato es de alrededor de 1,6.

Sin embargo, esto no deja de ser una puntualización, que simplemente muestra que Juan F. Gallardo parte de unas bases cuanto menos poco sólidas. Toda la argumentación de la que parte el artículo es falaz, ya que la cuestión (que no sólo afecta a la investigación, sino a todo el sistema productivo español) no consiste en que los presupuestos provean de más o menos fondos, o que las becas sean más baratas que los contratos, sino que la cuestión de fondo es si la actividad de los investigadores pre y postdoctorales es una actividad laboral.

Y ante esta cuestión, la respuesta es SÍ. Los investigadores predoctorales (obviamente, también los postdocs), estén realizando la tesis o no, sean pagados por proyectos, por uno de los ministerios, consejerías, fundaciones privadas, o la propia UE, son trabajadores. Y lo son por aquello que caracteriza a un trabajador: producen. Nótese que argumentar aquí sobre el valor formativo de la etapa en la que estén (olvidando que cualquier actividad, y la de investigador más, lleva aparejada una carga formativa continua) implica la pérdida de esa laboralidad no supone más que otra falacia. ¿Acaso pierde su condición de trabajador un empleado al que se introduce en un curso de capacitación? ¿Acaso la empresa suprime su contrato al ejecutivo que acude a un máster, becándolo mientras tanto?1

De hecho, la propia inclusión en un doctorado representa un argumento más a favor de la consideración de estos investigadores como trabajadores. Si bien nadie duda sobre la intención formativa de un doctorado, pocas veces nos damos cuenta de que la consecución del título de doctor tiene una finalidad demostrativa: consiste en demostrar que se tiene una serie de competencias como investigador, mediante la presentación y defensa de un trabajo original de investigación. Por más supervisión que haya tenido, el doctorando debe haber sido capaz de realizar esa investigación por sí mismo, luego tal actividad investigadora ya ha sido realizada. El doctorado, de hecho, no es más que una actividad paralela a la carrera investigadora. Importante para conseguir ciertos objetivos en ella (en España, imprescindible para aspirar a cierta estabilidad), pero no consustancial en cuanto que una persona puede ser investigador simplemente siendo contratado como tal, mediante un proyecto de investigador, por ejemplo, y trabajar años sin tener interés en entrar en un doctorado. Curiosamente, esta persona, pongamos que tras cinco años trabajando para un grupo, decide realizar una tesis doctoral. ¿Cambia su actividad? No recurramos de nuevo al no-argumento formación: mal jefe (y peor gestor) es aquel que no se preocupa porque sus investigadores, estén o no realizando una tesis, sigan formándose con cursos, congresos o idiomas, como ejemplo.

Por otra parte, leemos: "si el estudiante de tercer ciclo se considera un trabajador (no una persona formándose)". Esta frase merece estar en una colección de falacias, ya que tenemos una petición de principio (se asume que el doctorando es estudiante), se da una pista falsa ("se considera un trabajador", cuando la cuestión de la laboralidad depende de una serie de factores, y no de una decisión coyuntural), y se produce una doble falacia de "olvido de alternativas" y de falso dilema (el que una persona tenga un trabajo no excluye que pueda ser estudiante, y viceversa). La clave es, como ya se ha dicho anteriormente, que no hay dilema: una persona puede ser estudiante de doctorado y a la vez investigador (es decir, trabajador).

Lo más lamentable es que se utiliza como argumento el que los doctorandos deban ser considerados estudiantes, y, por tanto, deben depender de becas, porque la situación económica (en Latinoamérica) o los presupuestos (en España) no dan para más. Y este argumento se utiliza para atacar (para quien le resulte un término violento, tal vez insultar fuese más preciso) a los investigadores pre y postdoctorales. Resulta irónico que se diga que estos investigadores ("miopes sociales", recordemos) no tienen consideración, ya que piensan que "considerarlos trabajadores en lugar de becarios no tiene ninguna repercusión socieconómica para sus posibles compañeros de viaje". Curiosa expresión. Imagino que el autor imagina la idílica situación de miles de becarios predoctorales sin derechos laborales (ni consideración de investigadores, siendo estudiantes) trabajando en los laboratorios españoles, y de otros tantos becarios postdoctorales en el extranjero, también sin derechos laborales ni contización hasta los 40 años, al menos. Y tal vez ha encontrado la solución para que esos becarios y sus "compañeros de viaje" tengan un futuro en la investigación. Pero esto ya sucedió, y parece que, como para tantas otras cosas, a veces la memoria es blanda y perezosa en recordar. La argumentación de J. F. Gallardo se llama, más concretamente, "del adversario de paja": defórmese el argumento a rebatir, sin importar si el resultado final tiene que ver con la realidad, mientras su posición sea debilitada; entonces, atáquese con comodidad. En nuestro caso, J. F. Gallardo imagina a unos egoístas pre y postdoctorales, los cuáles no reconozco en ninguno de los investigadores con los que me he cruzado durante mi carrera (y no quiero decir que todos fuesen estupendos; simplemente, tales personajes no existen). Mucho me temo que este adversario de paja represente más bien a la FJI/Precarios y sus reivindicaciones, ante lo cual deberíamos pedir al autor que, además de informarse y no recurrir a argumentaciones falaces, fuese mínimamente directo.

No obstante, el texto llega a momentos en los que más que el diccionario de falacias necesitamos la antología de Ciencia Ficción: "lo malo es que una vez lograda la Tesis como trabajador, exigen al Estado que los dejen prácticamente vitalicios en el sistema I+D, mediante contratos renovables, pero con los mismos derechos (incluso mejor pagados) que los que están dentro del sistema por oposición". O bien el autor ha elegido muy mal a sus doctorandos, o tiene una percepción muy distorsionada de lo que quieren los investigadores. Sinceramente, desde este punto hasta donde el autor comienza a hablar (¡por fin!) del CSIC (y realmente de ciertos asuntos interesantes, por lo que uno se pregunta a que venía lo anterior), el texto es poco menos que el mundo al revés, donde los investigadores que vienen de fuera deben humillarse, por muchos méritos que hayan hecho, y admitir el hecho de que el sistema español es "como es" (es decir, digitocrático o "a dedo"). Se crea una falsa polémica, que ni aún es, ni ha tenido ningún impacto en los problemas del sistema español, sobre la "doble vía" del sistema funcionarial y contractual (lo que se ha hecho hasta ahora es intentar desenredar la madeja donde estaban muchos investigadores, a merced de los caprichos de universidades, CSIC y otros), y todo para concluir que este sistema conducirá a mayores niveles de favoritismo (sin aportar ningún razonamiento coherente). Y mientras tanto, colocando a la oposición como el sacrosanto sistema que garantiza cierta calidad para acceder a puestos fijos (de nuevo, pretendiendo ignorar que aquellos investigadores a los que acusa de aprovechados han pasado varias veces por exigentes evaluaciones y procesos de selección competitivos). Curiosa contradicción, la de declarar en el mismo párrafo que "las plazas vacantes se dan, no porque se necesiten socialmente, sino porque se le saca a “ése”" mientras soslayadamente se hace apología del sistema de oposición (cuyo único problema es el altísimo nivel de abuso al que se puede llegar si se utiliza en un país como España; véase http://www.corruptio.com).

Pero es curioso que se insista una y otra vez en el problema de la falta de fondos, cuando es otro argumento falaz. Sobre todo cuando la Comisión Europea reconoció que era necesario incrementar el número de investigadores de la UE en 600000, de los cuales 55000 tocaban a España. Y, curiosamente, cuando a alguien se le ha ocurrido calcular el coste de la contratación de investigadores, ha resultado ser marginal al lado de otras partidas (y no hace falta irnos a lo que se ha estado sisando para gastos militares, sino en cuanto al presupuesto real de I+D pública). No empleemos los dineros como argumento, porque (y ya es redundante en este artículo) no lo es. El gobierno se comprometió hace tiempo a doblar el presupuesto de I+D, y aún no hemos recorrido ni la mitad del camino.

En resumen, que la argumentación de Juan F. Gallardo (para demostrar algo que no se sabe muy bien qué es) se basa en que los investigadores pre y postdoctorales no deben ser considerados trabajadores (cruel y falaz), que el problema del estado de la I+D son los presupuestos (falso, es un problema político y cultural) y que, por tanto, es irresoluble (falso, y hay 8 años de importantes avances al respecto).

Vaya por delante el convencimiento de que, ante todo, debe primar la libertad de expresión, pero toda persona es responsable de sus opiniones. Apuntes es una revista a la que muchos respetamos, con la que disfrutamos, nos informamos y aprendemos. No es un foro donde cualquiera puede plasmar ocurrencias de aeropuerto sin más.

1 Se podrían escribir varios informes y ensayos sobre este tema, pero es que ya se ha hecho. Los que aún duden sobre si los investigadores en fase inicial (nomenclatura de la UE) son trabajadores o no, pueden comenzar con el "Estudio bibliométrico de la producción científica del Personal Investigador en Formación y Perfeccionamiento en España" http://precarios.org/dl42, continuar con "El personal investigador en formación: ¿becarios o trabajadores?" del Prof. Moreno Gené y acabar con el documento del mismo autor: "La laborización de los investigadores postdoctorales".


Página última modificacion en Viernes 06 de Marzo, 2009 12:30:01

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